glaciación

Hacía frío, hace mucho tiempo que el viento helado llegó. Las mañanas soleadas ya no calientan, la nieve ya no cae, pero se mantiene, las montañas ya no sirven para protegernos, nos impiden la llegada del calor.

Hace años que no llueve, que las flores no emergen entre la nieve, los niños ya no se ponen sus hermosos trajes veraniegos. Nos dicen que es la glaciación, la forma en que la tierra regula nuestro mal comportamiento de los siglos anteriores. La gente se muere, pocos somos quienes sobrevivimos al frío, sólo los mejores lo hacemos.

Recuerdo esa mañana, como si fuera ayer, me despedí de mis padres, como siempre lo hacía, no volvieron, hacía frío, pero más fría aún la carta que me envió mi hermano " Ma y Pa murieron, debes venir al entierro", eso era todo, sin "te quiero", sin tristeza, sin dolor. En el entierro no había nadie, sólo mi hermano, su mujer y yo.

Hace muy poco habíamos estado todos en el mismo lugar, en el mismo sepulcro, pero no eran mis padres los difuntos, sino mi esposo y mis hijos, mis sobrinos y primos. Somos los únicos que quedan en mi familia. El cementerio ya no da abasto, somos unos cuantos miles los que quedamos.

Recuerdo a Emilia, que sólo tenía diez años el día de su muerte,recuerdo cuando nació, recuerdo la esperanza de nuestra primera hija. Recuerdo a Juan Carlos, con sus constantes amores, sus innumerables "amigas", recuerdo como quería a nuestra hija. Recuerdo a Matías, el día de nuestra boda, lo nervioso que estaba, la felicidad en sus ojos, recuerdo su alegría, su cariño, su amistad, su voz, todo. Todo lo recuerdo de ellos.

Ocupo un cuarto sola, en una casa vacía, para poder recordarlos mejor. Los pocos que han sobrevivido a la tragedia viven juntos. Menos yo. Dicen que estoy loca, pero no es cierto. Mi casa está llena de recuerdos, de fotos, de videos, de cuadros, de sillones, de esquinas, de muebles, de cartas, de libros, de revistas. Todas ella me quitan el sueño, y me hacen dormir tranquila.
Hoy terminé de consumir el último paquete de chocolate que me quedaba, hace unos meses que lo había comprado a una viejecilla, a un muy buen precio por supuesto, el chocolate fue sólo un compañero de llantos, de quejas, de angustia. Un compañero pasajero, al igual que lo eran las personas.

Como extraño a mis amigas, ya nadie me habla, todos mandan cartas, cartas frías invitándome a entierros, ni a bodas, ni a bautizos, ni primeras comuniones. Los niños no sobreviven una semana fuera del vientre materno, a nadie le importa ya un entierro. Antes lo que fue un momento de profundo dolor ahora era un trámite cualquiera, como si fueran a pagar al banco una cuota atrasada. Como extraño a mis amigas, todas ellas ahora son los ángeles que me cuidan desde lejos, pero están tan lejos que, a pesar de sentirlas, me hacen sentirme sola.

Hace ya cinco meses que no veo a un hombre, sin contar a mi hermano. Vino aquí con una intención clara, traté de negarme, no pude, él fue más fuerte que yo, lloré de impotencia y de rabia durante una semana después de que él dejó mi cuarto, nunca olvidare esa sonrisa malévola de quien ya ha hecho un trabajo sucio y se va a descansar. Desde ahí que he contado los nueve meses, ahora me quedan sólo cuatro de ellos, tengo miedo .
No quiero aceptar lo que le pasará al ser que crece en mi vientre, simplemente no quiero, no quiero verlo morir, una semana después de nacido, por una neumonía, me niego a verlo. no tengo los medios para calentarlo, la calefacción del edificio hace años que no funciona, la leña está prohibida, sólo lo podría cubrir con las raídas mantas que tengo.

Creo que esperaré a ver que sucede, quizás suceda un milagro y sea el primer niño en vivir después de tanto tiempo, me las arreglaré, sí eso, yo podré crear el futuro. Arreglarlo, quizás incluso hacer un mundo feliz, no indiferente como el de ahora.

Tendremos que esperar, pero quizás valga la pena.

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