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Mi sueño dorado de toda mi niñez lo perdí hace bastante, recuerdo una conversación en la cual yo estaba de oyente, mis amigas conversaban acaloradamente sobre el futuro, sobre lo que querían estudiar, que se necesitaba este puntaje para esta carrera, que esta universidad era mejor que las otras en tal y tal carrera.


Quizás le tomé demasiado peso a esa pequeña conversación, después de todo yo solo estaba en primero, tenía 14 años, no sabía exactamente lo que quería pero tenía bastante claro el lado al que me quería ir, claro yo había soñado toda mi infancia con 3 carreras específicas, dos habían sido sólo juegos infantiles, la tercera era, para mí, algo más serio. Medicina, la carrera que había tomado mi madre y posteriormente también mi hermana, era mi sueño, mi ideal, tenía miedo de no llegar a mi meta, pero lo ocultaba.


Después de esa trivial conversación me fui bastante deprimida, entre muchas cosas habían comentado que con un promedio 65 era casi imposible entrar, a no ser de que quisieras una de esas universidades privadas (que no tienen nada de malo, pero mi meta siempre ha sido entrar a una tradicional). Me marcó mucho esa frase "con un 65 es casi imposible", fue mi lema, un lema cruel, porque mermaba mis secretas esperanzas de entrar, por supuesto que empecé a decir que yo ya había renunciado a medicina.


Este año me di cuenta de que ya no era ese simple "capricho" de decir que ya había renunciado a mi sueño, sino que me di cuenta de que no quería estudiar medicina, que eso era algo que quería hacer una niña que amaba copiar todo lo que hacían sus superiores, en este caso su madre y su hermana. Me di cuenta de que no quería ese tratar sin conocer, quería (y quiero) algo que me permita crecer con cada persona a la que atiendo, tomé otras dos carreras y decidí que escogería la que se acercara más a mi meta, mi meta de crecer a cada paso y de hacer crecer.


Ahora el punto está en cual de las dos escoger, Kinesiología o Terapia Ocupacional, ambas tratan a largo plazo, ambas te permiten conocer un poco más a tu "paciente", ambas te enseñan que debes entregarte..

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Todos le decían que ella era alguien, pero ella no los escuchaba, no quería hacerlo, porque no lo sentía así. Ella creía firmemente que no valía la pena ser como ella era, que ella era una porquería de persona, que cualquier cosa en el mundo era más valiosa que ella.

La vida le había enseñado a refugiarse en esa visión de perdedora, esa visión de ser un objeto que se puede usar para cualquier cosa, un trapo viejo y sucio que a nadie le interesaba y que todos usaban para su propio beneficio, la niña aprendió a callar las injusticias, a dejarse usar por las otras.

Nunca se quejaba, pero cuando lo hacía se descontrolaba, no había nadie que parara la furia que sentía, la injusticia sin reclamar le dolía, pero no era capaz de enfrentar a nadie, las pocas personas que se toparon en su camino las veces que ella “explotó” notaron que la pobre era una olla a presión reventando, que el callar le había hecho daño.

Un día se dio cuenta de que la usaban, pero decidió callarlo, para ver cómo lo hacían las diferentes personas, para descubrir por qué lo hacían ¿qué tenía ella tan “ocupable”?, nada especial, concluyó, sólo soy muy fácil de persuadir, quiero con demasiadas ansias ser incluida, por eso soy fácil.

Quizás la niña no quería ser utilizada de nuevo, pero no sabía que decirles a las personas que lo hacían, no estaba en su naturaleza reclamar dignidad, ella quería amigas que no fueran por conveniencia, pero por más que buscaba no lograba encontrarlas. Quizás las buscaba, pero tenía la vista ciega a las personas que estaban a su lado…

Personas que no la utilizaban, que la apoyaban en silencio, que le daban miradas consoladoras, que se quedaban al lado aún cuando nadie quería estarlo, esas miradas son las que la sacaron de ahí, de ese círculo vicioso de temor y rabia, de angustia y resignación, que la hicieron ver mariposas de colores, anocheceres rojizos y cielos despejados.

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Quizás no debería escribir cosas estúpidas sobre lo que siento, porque a quién el importa? quien en su sano juicio quiere oir las "desgracias ajenas".. o quizás.. quien sabe con exactitud lo que me pasa?.. si yo le explico a alguien me viene con que tengo que pensar en el resto.. y si no quiero?
pero por otro lado me dicen que tengo que deahogarme... que así se pasa más rápido.. pero las mismas que lo dicen me dan consejos que no soy capaz de seguir.. o quizás no quiera hacerlo.. soy como soy y me gusta..
[no es para NADIE en específico.. NADIE.. entendiste Catalina?]



hoy me dijeron una frase muy linda..
"nunca dejes que te quiten la felicidad por mucho tiempo", ¿qué pasa cuando YO me la quito?

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Hace no mucho tiempo vivía una niña llamada Amelia, de esas que tienen el cabello de oro, rizos que captan las miradas de todos, una niña con una inocencia por sobre lo normal, de esas que ya no se ven. Amelia jugaba siempre con niñas que eran más pequeñas que ella, en especial con Ruperta, porque las de su edad la creían muy chica, y lo era, pero eso no le impedía sentirse apartada de ese mundo de “niñas grandes”, niñas que iban a su misma clase, niñas que sabían lo mismo que ella, o incluso menos.

La niña aprendió que a nadie le importaba cuando sabía, a nadie le importaba cuanto hacía, cuando decía, que sólo les importaba lo “madura” que era cierta persona. Claro que ella nunca demostró ser madura, no le interesaba ese mundo de niñas que salían a fiestas, que se juntaban con hombres, que hablaban de ropa y de pintarse. La niña amaba las barbies, jugar a la mamá y a que era doctora, jugar a que tenía una tienda, que era el ama de una casa, que tenía sirvientas, amaba jugar como si fuera más pequeña de lo que en realidad era.

Ella le enseñaba a Ruperta todo lo que aprendía, les ayudaba a estudiar y a crecer como persona, pero a nadie le importaba, al padre de Ruperta no le agradaba la visión de esta niña, que siempre iba a su casa y le mostraba cosas ingenuas y amables a su hija, que hacía que Ruperta perdiera ese rumbo de “perfección” que él quería para ella. Amelia amaba jugar con Ruperta, porque era la única persona en el mundo que la entendía, que se daba el tiempo de pensar que a demás de ser una niña era una amiga. La única que la escuchaba y que le demostraba que la quería.

Amelia no era de esas niñas sociables, sino más bien de esas que se quedaban a un lado, que preferían callar a ser escuchadas. No le gustaba dar su opinión, porque encontraba que no valía la pena, que era algo innecesario.

La niña ya creció, perdió gran parte de esa ingenuidad que la caracterizaba, sigue sin amar las fiestas, pero de a poco va tomándoles el gusto. La niña ya no es tan niña, ya tiene opinión, no siempre la expresa, como si anhelara ese silencio que la rodeaba en su niñez.

Amelia terminó por entender que las personas de su edad no eran totalmente indiferentes a ella, que la querían, sólo que ella nunca lo había visto, las descubrió hace poco. Ella experimenta cada día con esta nueva sensación de sentirse parte de algo, la sensación de ser un aporte, de ser “una más”, de ser algo para alguien.

La niña está feliz, aunque a veces quisiera volver a ser la niña tímida y callada que jugaba a las muñecas y veía el mundo de mil colores.

[...]

No te preguntes porqué, no te preguntes cuando, no te preguntes donde.. no tiene sentido, no vale la pena, NO..

Piensa que no lo quisieron hacer, piensa que no todo está perdido, piensa en esas bellas mariposas, piensa en eso que sólo unas pocas saben, piensa en las excusas, las buenas excusas..

Piensa que no midieron, piensa que no saben, piensa que no estan, que no existes, piensa que no te ven, piensa en lo invisible, piensa que no entienden..

Piensa que no pensaron..

No te preguntes, NO TE PREGUNTES!!!!!, sólo piensa.. y luego calla..

[El Viaje de la Reina]


Cuenta la historia que hace muchos, muchos, años vivía una hermosa reina, que tenía su castillo ubicado en la provincia más alejada del mundo, en un paraíso de montañas, de smog, de sol en verano y llena de buenos amigos.
Esta reina llamada Ankt, tenía un gran compañero, el rey Kneph, que tenía la fama de ser el mejor hombre de todo el reino, ya fuera por su bondad, por su magnificencia, por su humildad, por sus dotes atléticas o por cualquier cosa que se les pueda venir a la cabeza, él siempre era el mejor.

Un día la reina Ankt tuvo que partir a una región muy alejada de su castillo y su reino, una tierra muy lejana cruzando el océano sin fin, hacia lo desconocido. Era un asunto de estado, y el rey estaba imposibilitado de ir, por más intentos que él hiciera no podía partir con ella. Tuvo que aceptar su partida, llorarla talvez, pero cuando ella terminara volvería con él.

Según los historiadores el viaje duró muchos años, la reina estaba cansada de navegar por las aguas infinitas, ansiaba tocar tierra, ansiaba poder dormir tranquila, ansiaba ver un simple árbol, una flor, o un arbusto, o cualquier cosa verde.


Cuando por fin llegó a Füssen, la ciudad dónde habitaba el rey con el cual viviría en su estadía en ese lugar, dicen que era aún más bondadoso que Kneph, que era tremendamente acogedor y que le enseñó a Ankt a manejarse en su extraño idioma, le enseñó sus costumbres y todo lo necesario para vivir ahí.

Dicen los cuentos populares que en toda la larga vida de esta preciosa reina no hubo años más felices que los que pasó en el lejano poblado de Füssen, que a pesar de extrañar enormemente todo lo que se encontraba a este lado de las infinitas aguas, todo lo que recordaba con un asombroso amor, vivía contenta y tranquila, porque sabía que todas las personas a las cuales ella quería la recordaban, y no la olvidaban, la añoraban, y esperaban.
La reina vivió cerca de diez años en esta lejana tierra, y luego volvió a SU paraíso, donde su rey la esperaba para seguir siendo felices por siempre.
[Para Camilita, yo sé que está pésimamente redactado.. pero es lo que hay.. te quiero..]