la respuesta era nada

Iba caminando un día, un día soleado de primavera. Me encontré con una niña, ella lloraba, estaba sola. Había muchas niñas cerca, la llamaban, pero ella no contestaba. Me atreví a preguntarle: "¿Niña que te pasa?" me respondió "nada". Me retiré en silencio y volví a mi casa.

Me encontraba en el tren, camino a Summerville, vi a una joven, sola, no lloraba, pero se notaba que lo había hecho mucho rato. La había observado durante largo tiempo, constantemente venían sus amigas, le abrazaban, le mimaban, le demostraban su cariño, ella las rechazaba. Me acerqué despacio, con la voz más dulce le pregunté "Jovencita, ¿que le pasa?", ella me miró, bajó la vista y calló. Me bajé en la siguiente estación, junto con la joven.

En el matrimonio de mi prima me fijé en una pareja que se había casado hace relativamente poco, todavía no tenían hijos. La esposa miraba todo con la vista perdida. la hice entrar en razón con un brusco: "¿A quién buscas?". "Nada" se atrevió a contestar, buscó raudamente a su marido y fue con él.

Fui con mi familia al colegio, posé mi mirada en una madre, estaba triste, abandonada. Quería decirle algo, pero no pude. Cada vez que su hija se daba vuelta ella la miraba con su mejor sonrisa, lo escondía. Le comenté: "Su hija no merece esto debe decirle la verdad, ¿Qué le sucede?" me miró enojada, me respondió con un frío "nada". me quedé callada ahorrandome los comentarios que surgían en mi.

Me invitaron a la celebración de los cincuenta años de matrimonio de unos conocidos. Me fijé en una señora de mediana edad, lucía hermosa, resplandecía por todo el lugar, pero de alguna forma sabía que algo andaba mal, su resplandecencia se veía opacada por la angustia, angustia de no sé qué. La sorprendí con mi pregunta: " Señora Ud. resplandece, pero su brillo se opaca, se opacará por siempre si no responde a mi pregunta. ¿Qué angustiosa situación está viviendo en este momento?" debo decir que no sólo la sorprendí, sino que la asusté un poco, no me respondió, pero habría dicho "nada".

Me encontré a mí misma llorando un día, yo tenía noventa años, me había pasado toda la vida angustiada por el pasado, por el presente y por el futuro, por el qué dirán, por las espectativas que tenía que cumplir. Lloré, lloré por no disfrutar la vida, por haber llorado, cuando debía jugar con esas niñas. Haber rechazado a mis amigas, cuando debía agradecerles por demostrarme que me querían. Por haber dejado de pasarlo bien, para evitar comentarios. Por haber escondido toda mi tristeza, en vez de dejar que me apoyaran. Por haber fingido bienestar, cuando no era así. Por haberme quejado la vida entera. Por haber respondido siempre "NADA".

Ahora me queda poco, sólo les digo a mis hijos y nietos que no sigan mi ejemplo, que lo siento, que los adoro, que son mi vida, y que me recuerden.

Su abuela, madre y amiga.
PD: Gracias por la vida que me dieron, que yo misma me he querido quitar.

2 comentarios:

Catalina Fernández dijo...

ciertos temas de redacción no me mataron porque hacía algo dificil seguir la historia

pero la historia en sí era muy bonita.
y el final muy triste

Valentina Danker dijo...

Hola vale, decidí venir a ver como ibas en esto.

En general todo bien pero me pareció que tenías el final tan marcado en tu cabeza que te preocupaste menos por lo que llevaba a él.

Es una muy linda reflexión sobre el "hakuna Matata"

Espero que no te sientas identificada con la señora xD

Muchos besos y sigue practicando porque eso hace al maestro.

Vale Danker